Para mi vecina Gema el sabor de
la Navidad es el del polvorón. Pero no cualquier polvorón, no. No le sirven de marca
genérica ni los que vienen en cajas surtidas de supermercado. Ni siquiera los
de “La Estepeña”, que están bien buenos. Solo los Felipe II.
Los familiares están acostumbrados; saben que comprar cualquier otra marca es inútil, un gasto en vano. Solo los
Felipe II merecen su atención. Con los años, su devoción se ha convertido en
leyenda, en chascarrillo familiarr. Y aunque muchos puedan pensar que es un capricho, para ella es un pequeño ritual de alegría, un momento de felicidad
concentrada en azúcar, almendra y nostalgia.
Y este ritual de Gema es casi
ceremonial y se inicia cuando las cajas abiertas de los polvorones lucen en los
escaparates de la Mantequería Sanz en la calle Madre Vedruna o en la Mantequería
Casablanca en la avenida de Valencia. Y allá que va, salvo que tú se los quieras regalar.

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