El escaparate ha decidido
plantarle cara al invierno con un estallido de color. Aún no han entrado en la floristería de la
calle Torrenueva pero les llega un aroma a pino fresco y flores recién cortadas.
Desde la calle ven brillar dentro de la tienda las guirnaldas de acebo y
ramas de abeto que cuelgan del techo, entre bombillas cálidas y diminutas lucecillas
parpadeantes.
Los jarrones se muestran llenos de la flor de pascua roja y blanca, rosas invernales y ramos de hojas verdes
adornadas con piñas doradas y cintas rojas. Sobre la mesa central, pequeñas
composiciones en cestas y tarros de cristal esperan ser elegidas como regalos
de Navidad, perfectas para alegrar una mesa.
Las ramas de eucalipto aromatizan
suavemente la estancia, y los ramos de muérdago cuelgan estratégicamente,
prometiendo besos robados en Nochebuena.
Ella comenta algo en voz baja.
Él, atento, asintió sin apartar la vista de las flores. Quizás hablaban de cuál
llevar a casa. Dos personas compartiendo un momento sencillo frente a un
escaparate que anunciaba fiestas, vida y color.

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