Al cruzar la plaza Aragón te
encuentras con una escena que parece extraída de un cuento navideño. Es cierto
que, con su elegante fachada neoclásica de piedra y hierro forjado, "La Embajada" pone de su
parte como telón de fondo. Dos mujeres trabajan juntas para dar la bienvenida
a la Navidad y, escalera en mano, colocan la gran corona que presidiría durante
todo el adviento y la Navidad la entrada del edificio.
Empieza el mes. La hoja
del calendario ha cambiado y también el ánimo de la ciudad. Y entre
risas, escalones y ramas de acebo, el espíritu navideño se abre paso camino de la Nochebuena.

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