Mientras dentro de la pastelería
Ana encargaba unas trenzas de Almudevar y el cristal del escaparate reflejaba
tanto su figura como la escena de la calle, un hombre colocaba con paciencia la
gran estrella dorada que coronaría la decoración de la esquina de la calle
Bilbao con Canfranc. Otro hombre compartía la ilusión del momento con gestos sobre
la orientación exacta para un brillo perfecto.
Así transcurre este 2 de
diciembre entre estrellas, guirnaldas y el inconfundible aroma de la Pastelería
Tolosana, que hace que el frio día de hoy parezca más amable.

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