Frente a la portada barroca de
San Cayetano, dos mujeres parecían vivir tiempos distintos. Una turista en
bicicleta sonreía al móvil mientras trataba de encuadrar el recuerdo perfecto. Quizá
busca guardar el momento, o quizá solo detenerlo un segundo antes de que vuelva
a disolverse entre la multitud. Quizá acababa de recorrer la ciudad, o tal vez
solo buscaba una imagen para contar que había estado allí, en Zaragoza, en días
de fiesta y devoción.
La otra, envuelta en su mantón,
cruza la plaza con paso tranquilo, antiguo, como si viniera de otro siglo,
ajena al gesto digital de la primera. Llevaba en su andar una elegancia
callada, de las que no necesitan filtros ni selfies.
Una fiesta moderna sostenida
sobre muros antiguos. La bicicleta y el mantón. El móvil y la puerta barroca.
Dos maneras de mirar la misma ciudad.
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