El otoño ha llegado hace semanas,
pero el aire sigue tibio, como si el verano se resistiera a marcharse. Y hasta se agradece, anda que no hemos pasado frio en Fiestas de otras épocas. Por eso, el imaginario de las Fiestas del Pilar es de chocolate con churros, y más si te
acercas por la calle Prudencio. El aroma del chocolate caliente de la Fama
flota espeso y prometedor. Sin embargo, por la calle Don Jaime, Tortosa o los
Italianos te recuerdan que aún queda sitio para un cucurucho de fresa o de
turrón.
Y así, entre lo uno y lo otro, entre el calor del chocolate y la frescura del helado, las Fiestas del Pilar se mantienen en un equilibrio perfecto. En las mesas, unos preferían mojar churros; otros reían con una bola derritiéndose entre los dedos. Las fiestas se mueven entre estaciones, como si no quisiera decidirse, disfrutando del privilegio de poder hacerlo todo a la vez.
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