La plaza del pueblo se llena de color, música y alegría con la llegada de los cabezudos. Sus enormes cabezas, entre lo cómicas y lo entrañables, recorren las calles persiguiendo a los más críos, que corren entre risas y algún que otro grito nervioso.
La charanga pone la banda sonora
a la mañana, marcando el ritmo de un desfile que cada año devuelve a muchos a
su infancia. Los mayores disfrutan de la escena con una sonrisa, mientras los
niños viven la magia de ser protagonistas en un juego que se repite generación
tras generación en ciudades y pueblos de toda España.
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