El sol se iba escondiendo poco a
poco en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y dorados. El agua
reflejaba esa luz cálida que parecía abrir un camino brillante por donde tres
siluetas disfrutan del momento, sin prisas, en calma, casi jugando con la luz
del ocaso. Solo las risas se mezclaban con la calma de la tarde.
No había nada preparado, solo la
naturalidad del momento de un atardecer perfecto, regalándonos una postal que
no podíamos dejar escapar.
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