En la película "Amélie" dicen que "la suerte
es como el Tour de Francia: lo esperas todo el año y luego pasa rápido".
Y un año más, así ha sido. Ya ha pasado, con la cuarta victoria
de Pogacar y una etapa final espectacular, que será difícil de olvidar, con las
subidas al Sacre Coeur en París y un impresionante Van Aert como vencedor.
Para olvidar es el papel de los españoles, el peor desde
hace varias décadas. Sin ninguna victoria de etapa, sin ningún corredor entre
los diez primeros, ni entre los diecinueve. Cristian Rodríguez quedó el veinte.
García Ovejero, del que mandamos una postal el año pasado,
no puede con Enric Mas. Ni gana etapas, ni se coloca en la general, y termina
retirado un año si y otro también. Para él es un bluf de ciclista. Nos recuerda
la cruz que llevaba Abraham Olano cuando le pusieron la etiqueta de sucesor de
Indurain, y las desilusiones que generaba por eso. Comparas el palmares de
Olano (una vuelta, campeón del mundo, medalla olímpica...) y el de Mas y no hay color.
García Ovejero se pasea en bici con un maillot arco iris del
Movistar, por lo que todos le llamamos Valverde pero el dice que es el de Van
Vleuten, que hay que ser inclusivo con el deporte. Dice que él, en proyección y
repercusión, tiene el mismo recorrido que Enric Mas, ninguno de los dos gana
ninguna carrera. El ciclista cuenta con un contrato millonario y le ven (poco)
por la tele, y a él en sus paseos, haciendo publicidad de Movistar sin cobrar nada, alguien le verá, incluso el vecindario cuando pone el maillot a tender.
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