No es el de Colorado, ni siquiera
el de Ordesa, pero es nuestro cañón de veraneo, al que nos acercamos por todos
los lados posible. Y desde este mirador, que tampoco es el de Mather Point o el
de Desert View, ni tampoco es el mirador de Calcilarruego, las vistas de uno de
los meandros del rio Lobos, con sus pozas de nenúfares y donde las ovejas son
puntos blancos que se mueven entre algún ciclista o paseantes también, en sus
dimensiones, son espectaculares.
Llegar hasta aquí supone
adentrarse entre las pistas que salen de Casarejos y, cuando estas se acaban,
atravesar con intuición de explorador el bosque de pinos. Toda una aventura.
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