Despedimos el día en San Vicente
de la Barquera con un cielo encendido, como si el mar y las nubes hubieran
pactado regalar su última postal antes de que la noche se adueñe del horizonte.
En el brazo mayor de la ría en la que se convierte el río Gandarilla, las
barcas descansan inmóviles sobre la arena húmeda, al capricho de las mareas y en
espera de las horas de pesca. Ese atardecer se refleja tiñendo el agua de tonos
rojizos y dorados. La silueta de la iglesia de Santa María de los Ángeles,
junto al castillo vigilan desde lo alto la belleza pura de un lugar donde la
tierra se funde entre el cielo y el mar.
Nos vamos a cenar a La Folía unas
rabas y chipirones.
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