Desde que a un banco gallego, en los acantilados de Loiba, le escribieran en su respaldo "el mejor banco del mundo", es normal encontrar bancos con matrícula. Y este es nuestro favorito.
El mar se extiende hasta donde
alcanza la vista, y las olas rompen en la costa llegando hasta el banco como un
suave murmullo que acompaña el atardecer. La luz dorada del sol ilumina el
prado y tiñe el cielo de tonos cálidos. Gerra siempre es un lugar que, si
logras abstraerte de la terraza del hotel, invita a la calma. Un banco de
madera, el sonido del mar, el verde de los prados y un horizonte que inspira…
no hace falta más.