A medio camino entre Biarritz y
San Juan de Luz, este pequeño pueblo de la costa vasco-francesa combina
tradición vasca, naturaleza y surf en un entorno privilegiado frente al océano
Atlántico.
Este pintoresco pueblo costero,
de casas blancas con contraventanas rojas y detalles en verde, con el rumor
constante del mar, alrededor de su plaza, donde se respira vida local, juegos
de pelota vasca, animadas terrazas y cafés al aire libre.
En la plaza, la iglesia de
Notre-Dame de l’Assomption es uno de los símbolos de Bidart. Fue construida en
el siglo XVI y ampliada en el XVII, siguiendo el estilo típico de las iglesias
vascas, con su planta rectangular y las galerías de madera en los laterales a
modo. Desde la exterior llama la atención es su campanario, con forma de
espadaña y el cementerio que la rodea, en la misma plaza del pueblo.
Siguiendo el sendero que te lleva
al litoral se encuentra la ermita de Sainte-Madeleine. Blanca, de formas
simples y humildes, se alza sobre un promontorio con vistas espectaculares a
los acantilados y las playas. Dedicada a los marineros, fue reconstruida en el
siglo XIX, sobre unos restos de la que existía desde el siglo XV.
En Bidart, como en muchos pueblos del País Vasco, el frontón no es solo un lugar donde se juega: es el verdadero corazón social del municipio. Y con lo pequeño que es Bidart hemos contado hasta tres. Uno de los rincones más sorprendentes de Bidart se encuentra en el Restaurante Elissaldia pues en su interior, literalmente dentro del bar, hay un pequeño frontón cubierto donde se puede jugar a pelota vasca mientras se toma algo. Un trinquete, cancha cerrada más pequeña, típica de algunas modalidades de la pelota.
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