Biarritz tiene ese encanto
elegante de las antiguas villas balnearias, con sus edificios señoriales, sus
vistas al mar y un ambiente vibrante. El paseo por la Grande Plage ofrece un
equilibrio perfecto entre mar, playa, cultura y estilo, con el rugir del Atlántico
y los surfistas desafiando las olas. El faro, el puerto de los pescadores o el impresionante Rocher de la Vierge, ese
peñón unido a tierra firme por una pasarela metálica que regala unas vistas
espectaculares.
El casco antiguo muestra el
encanto de sus refinadas tiendas, los edificios y cafés con terrazas muy
parisinos y el mercado, Les Halles, que si te gusta comer bien, como es nuestro
caso no defrauda.
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