San Antón en La iglesia del Hospital Provincial de Zaragoza.
Con su túnica gastada y su cerdo
fiel a los pies, vigila en silencio a quienes cruzan el umbral. Cada año, las
mascotas se acercan a él, buscando la bendición de su mirada. Y en cada mirada,
algo parece cambiar en sus ojos, como si el viejo ermitaño supiera que no hay
mejor protección que la de aquellos que se atreven a creer.
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