Un dispensador de agua bendita, inmaculado
y frío, se encuentra en la entrada de la iglesia. Se acabó sumergir los dedos
en la vieja pila de piedra; ahora, hay que pisar una palanca y recibir la
bendición en la palma. Higiene y tradición en la mano. Algo cómico ver un
objeto tan solemne como una pila de agua bendita sustituida por un dispensador
como de jabón con pedal incluido. Parece más un acto higiénico que un ritual de
fe.
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