jueves, 25 de noviembre de 2010

Yo también me quedaré en la Galaxia Gutenberg


Y como los motivos los cuenta mejor Pérez Reverte, corto y pego uno de sus "Patente de Corso":






Hace tiempo que me preguntan por el libro electrónico. Qué opino y cómo veo el futuro, la desaparición del papel, los formatos clásicos y demás. Siempre respondo lo mismo: me da igual, porque yo escribo lo que va dentro. Mi trabajo es ocuparme del contenido: contar historias y que la gente las lea. Del soporte se ocupan otros. Editores y gente así. Y, por supuesto, los lectores que recurren al medio que estiman conveniente. Estoy convencido de que, en un mundo razonable, la oposición entre libro de papel y libro electrónico no debería plantearse nunca. Lo ideal es que el segundo complemente al primero, llevándolo donde aquél no puede llegar. Como herramienta eficaz de trabajo, por ejemplo. O facilitando el acceso a asuntos menos afortunados en librerías convencionales: teatro, poesía, autores sin respaldo editorial, literatura bloguera, descargas y otros experimentos interesantes que el concepto clásico no favorece demasiado. Pero no es eso lo que se plantea. Al hablar de libro de papel y libro electrónico, lo usual es oponerlos. Obligarte a elegir, como siempre. O conmigo o contra mí. Y no es ésa la cuestión. Creo. El libro electrónico es práctico y divertido. Hace posible viajar con cientos de libros encima, trabajar consultándolos con facilidad, aumentar el cuerpo de letra o leer sin otra luz que la propia pantalla. Incluso los hay con ruido de pasar páginas cuando se va de una a otra «lo que no deja de ser una simpática gilipollez».



Además, mientras lees puedes zapear a tu correo electrónico, escuchar música, ver imágenes y cosas así. Todo muy salpicadito, multimedia. Cuando lees, por ejemplo, «Tienen, por eso no lloran / de plomo las calaveras», puedes ilustrarlo con la foto de guardias civiles que hizo Robert Capa, escuchar a Estopa, ver cómo va el Barça-Osasuna y mandar un emilio a tu churri anunciando que le vas a sorber el tuétano. Y ahí surge uno de los problemas. No con la churri, ni con García Lorca. Ni siquiera con la Guardia Civil. Surge cuando, en vez del Romancero gitano, lo que trajinas es el Oráculo manual y arte de prudencia de Gracián, Lord Jim o La Regenta. Entonces la atención necesaria se puede desparramar un poquito. Entre otras cosas. Porque leer no tiene nada que ver con eso. Me refiero a leer de verdad, en comunión estrecha con algo que educa tu espíritu, que te hace mejor y consciente de ti mismo. Que aporta lucidez, multiplica vidas, consuela del dolor, la soledad y el desamparo, aclara la compleja y turbia condición humana. Leer así requiere tiempo, serenidad concentrada, ritual. Cuando estás en ello, ni siquiera las bombas son capaces de romper el vínculo mágico. No hay comandante de avión que obligue a apagarlo para el aterrizaje, ni batería que te deje a medias; y si se funden los plomos, o como se diga ahora, el verdadero lector es capaz de seguir haciéndolo a la luz de una vela, de un encendedor, o a la luz de la luna llena reflejada en la arena de un desierto. Puestos a setas o a Rolex, aún hay más. He dicho que libro de papel y libro electrónico deberían ser complementarios; pero si me obligan a elegir, diré alto y claro que no hay color. Y que, llegado a ese extremo, la pantalla portátil me la refafinfla.


Estoy harto de toparme con pantallas en todas partes, hasta en el bolsillo, y me niego a transformar mi biblioteca en un cibercafé. Con un libro electrónico, sea El Gatopardo o El perro de los Baskerville, no puedo anotar en sus márgenes, subrayar a lápiz, sobarlo con el uso, hacerlo envejecer a mi lado y entre mis manos, al ritmo de mi propia vida. No hay cuestas de Moyano, ni buquinistas del Sena, ni librerías como las de Luis Bardón, Guillermo Blázquez o Michele Polak donde los libros electrónicos puedan ocupar sus venerables estantes y cajones. Nada decora como un buen y viejo libro una casa, o una vida. Ninguna pantalla táctil huele como un Tofiño, un Laborde o un Quijote de la Academia, ni tampoco como un Tintín, un Astérix o un Corto Maltés al abrirlos por primera vez. Ninguna conserva la arena de la playa o la mancha de sangre que permiten evocar, años después, un momento de felicidad o un momento de horror que jalonaron tu vida. Y déjenme añadir algo. Si los libros de papel, bolsillo incluido, han de acabar siendo patrimonio exclusivo de una casta lectora mal vista por elitista y bibliófila, reivindico sin complejos el privilegio de pertenecer a ella. Que se mueran los feos. Y los tontos. Tengo casi treinta mil libros en casa; suficientes para resistir hasta la última bala. Quien crea que esa trinchera extraordinaria, su confortable compañía, la felicidad inmensa de acariciar lomos de piel o cartoné y hojear páginas de papel, pueden sustituirse por un chisme de plástico con un millón de libros electrónicos dentro, no tiene ni puta idea. Ni de qué es un lector, ni de qué es un libro.

lunes, 22 de noviembre de 2010

España, un plató de cine



Ya os recomendé que vierais el programa de Cuatro “Mi vista favorita”, donde el actor Carlos Chamorro nos recomendaba desde Navaleno, el Cañón del Rio Lobos. Durante el programa se paseaba por la antigua estación escondida en el bosque para recordarnos que allí se rodaron escenas de la película Doctor Zhivago (1965), dirigida por david Lean con Omar Sharif de protagonista.

Ayer me llevé una sorpresa mientras estaba viendo Los Tres Mosqueteros (Richard Lester 1973). Me pareció reconocer el paisaje del Cañón de Rio Lobos, confirmandose mis impresiones al instante al ver salir de la cueva de San Bartolomé a unos espadachines prestos a iniciar combate con D’ Artagnan, en las mismas puertas de la ermita y junto a lo olmos que entonces todavía estaban vivos.



Hubo una época en la que España estaba de moda para rodar. Desde Hollywood, Italia, Francia, Alemania, Reino Unido… o desde el género de romanos al spaguetti western… España era un gran decorado. Por aquí pasarón las grandes estrellas de los 50,60 y 70: Claudia Cardinale, Anthony Quinn, Sofía Loren, Charlton Heston, Brigitte Bardot, Rita Haywort, Yull Brynner, Orson Welles, Stanley Kubrick, John Wayne, Mel Ferrer, Omar Shariff, Audrey Hepburn, Sofía Loren, Buster Keaton, Zero Mostel, Giuliano Gemma, James Mason, Deborah Kerr, Rachel Welch, Bob Hope, Robert Taylor, Marcello Mastroianni.



Aquí en Zaragoza tenemos el ejemplo de cómo se rodó en Valdespatera en 1959 “Salomón y la Reina de Saba”. Hace unas semanas se rodaba en Zaragoza “Querida Gina”, la historia de dos quintos gallegos que hicieron de extras en el rodaje del filme de King Vidor. En casa tenemos fotos de la Valdespartera de hace 50 años pues mi padre si hizo de extra en aquella

viernes, 19 de noviembre de 2010

Tomás Gascón, artesano del tambor

















Ha fallecido, a los 87 años, Tomás Gascón, el artesano más antiguo y con más renombre de Calanda. Toda una institución en el Bajo Aragón pues por sus manos han salido, por lo menos hasta hace una década, gran parte de los bombos y tambores que redoblan y suenan en por toda la Semana Santa Aragonesa (incluido el mio, del que no me puedo quejar). Amigo desde la infancia de Luis Buñuel, suyo era el tambor que el cineasta tocaba cada vez que iba a Calanda, además de estar a su lado en la fotografía que siempre ilustra al Buñuel tamborilero.

martes, 16 de noviembre de 2010

El Aaiun

 

























El Aaiun, lugar mitológico de mi infancia donde mi tío Jose hizo la mili entre 1974 y 1975, comiéndose toda la “Marcha Verde”, y desde nos mandaba recuerdos en forma de postal como la que ilustra la nota. A no ser que nos engañara y estuviera de farra sin volver a casa, porque ayer Marcelino Iglesias, ejerciendo de Secretario General del PSOE, dijo que El Sahara fue Español hasta 1973 o mil novecientos no secuanto.

Desde entonces parece ser que los distintos gobiernos españoles han incumplido con sus obligaciones con aquel territorio y guardan silencio ante la represión marroquí.

Que poca grandeza demuestran los dos grandes partidos políticos mayoritarios. Sólo se manifiestan por ciertas cosas cuando están en la oposición.

Si Pilar Barden no está detrás de una pancarta pienso ¿estará enferma?. El otro día ella, al verse junto a González Pons y no junto a Zerolo, que no se pierde una, debió pensar si se había equivocado de “causa”o de “manifa”.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Balneario de Panticosa. Quien lo ha visto y quien lo ve


Ayer estuvimos en el Balneario de Panticosa. Sorprende que en estos tiempos donde se hacen interesantísimos proyectos arquitectónicos, se cuidan los detalles, se es respetuoso con el entorno, se recuperan espacios, se restauran edificios de forma integral... nos encontremos con semejante intervención en el corazón del Pirineo. Y encima estaba muerto. Todo cerrado, apenas había visitantes. Daba pena.

Y no porque se hayan levantado edificios contemporáneos. No. La pasarela junto al hotel Continental no está mal, pero los bloques de hormigón que sustituyen al hotel Mediodía o a las antiguas cocheras causan espanto. Y a la vez nos roban las referencias de aquel verano del 85, trabajando de guía de montaña en las colonias del ayuntamiento que se instalaban en las cocheras, al lado de la Casa de Piedra (ayer también vacía). Comíamos en el Hotel Mediodía, compartiendo cafés y risas con Cuca Sales, haciendo sus pinitos en Radio Universidad (quien la visto y quien la ve ahora por Antena 3), o con el poeta Alejandro Molina (ahora metido a pastelero). Y un día el Algás y el Argualas, al otro Infiernos, o el Bacias, la Gran Faxa.... los Azules, Brazatros, Bramatuero..........

Esta intervención, que empresarialmente ha sido un desastre, contrasta con dos programas de televisión que se han visto el fin de semana. En “El escarabajo verde”, nos presentaron el proyecto de "deconstrucción" del Club Med, en la cala Tudela (Cabo de Creus), una ciudad de vacaciones levantada en los años 60 exclusiva de turistas franceses. Una operación conceptual y artística, pues las construcciones, decían, “dialogaban con el paisaje”, como una sábana extendido sobre las colinas que rodean cala Culip y cala Tudela, situándose en grupos de casetas, de manera que la forma resultante del conjunto surge de lo que se cubre. Consistía en hacer habitable un espacio reservado sólo a las rocas, pero que era un autentico atentado visual y ecológico. El programa de televisión presentaba una actuación de desmonte y retirada sostenible de las construcciones y la recuperación del paisaje geoambiental del Cap de Creus. La actuación, a pesar de hacerse en una época de especulación, es respetuosa con su entorno. Todo lo contrario que en Panticosa. Donde no da la sensación de que el hormigón dialogue con el Argualas.

El otro programa fue "La vista de tu vida" en Cuatro, donde el actor Carlos Chamorro eligió Navaleno (los pinares, la Laguna Negra, el cañón del Rio Lobos..., que vamos a contar que no haya contado este blog mogollón de veces). Espectacular la imagen desde el helicóptero donde el pueblo aparece como una isla dentro de un mar de pinos. De momento por Soria no aparecen ni Nozales ni Aramones.