Guadalupe, ubicado en la provincia
de Cáceres, es uno de los pueblos más encantadores y con mayor historia de
España. Famoso por su Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, declarado
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y por su laberinto de calles
empedradas, atravesando arcos y soportales
Un pequeño pueblo, con un gran monasterio. De imponentes muros y una mezcla de estilos arquitectónicos, que incluyen gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neoclásico, toda una joya cultural e histórica. Su origen se remonta al siglo XIV, cuando se convirtió en un lugar de peregrinación tras el hallazgo de una imagen de la Virgen. La Virgen de Guadalupe es la patrona de todas las tierras de habla hispana y ostenta el título de reina de la Hispanidad según la tradición católica.
Los Reyes Católicos mantuvieron una relación muy cercana con el monasterio de Guadalupe y, de hecho, allí recibieron a Cristóbal Colón en dos ocasiones (1486 y 1489). Tras la toma de Granada en 1492, acudieron a la villa extremeña para descansar. Un año más tarde, el marino genovés volvió a la casa de la Virgen como parte de la promesa que le hizo si sobrevivía a su viaje a las Indias. También en Guadalupe se bautizaron los primeros indígenas americanos que cruzaron el Atlántico con rumbo al viejo continente. La pila bautismal forma parte de la fuente de la plaza del monasterio. No veo al ministro de Cultura Urtasun visitando estas tierras; para colmo, al atravesar Trujillo, el navegador te pide girar a la derecha por la calle Mola.
Pasear por las calles de
Guadalupe es como viajar al pasado. Cada esquina te lleva a una nueva vista
fascinante, con pequeñas plazas que invitaban a descansar y admirar la belleza
del entorno. Los tejados de cerámica y las puertas de madera contrastaban con
el azul del cielo, creando un cuadro perfecto de lo que es la vida tranquila de
un pueblo que ha preservado su esencia a lo largo de los siglos. Sus casas
blancas con tejados de tejas rojas y balcones llenos de flores crean un
ambiente pintoresco. Y la presencia de la Virgen es constante en cada portal,
en cada zaguan, en cada fachada. Las pequeñas tiendas de artesanía local y
productos típicos, como quesos, embutidos y dulces, ofrecen una conexión
directa con las tradiciones de la región.
En cada rincón de Guadalupe, sientes
la mezcla de lo antiguo con lo eterno, llevándote recuerdos imborrables de un
lugar que, sin duda, tiene un alma propia.
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