Carlos V, uno de los monarcas más
poderosos de la historia, eligió este monasterio como su lugar de retiro tras
abdicar en 1556. Decidió retirarse aquí para llevar una vida más tranquila,
alejada de las tensiones del imperio, que en ese momento se extendía por gran
parte de Europa. La decisión de elegir Yuste no fue solo por su belleza, sino
también por la serenidad del entorno natural, rodeado de montañas, bosques y
paisajes impresionantes, que brindaban la paz que buscaba en él.
El Monasterio de Yuste, de la
orden de los jerónimos, es una joya arquitectónica. Su iglesia, su claustro
renacentista y los jardines que rodean el edificio son solo una pequeña parte
de lo que lo hace tan especial. Lo que más impacta al visitante es la armonía
entre la arquitectura y el entorno natural. Las paredes de piedra del
monasterio parecen fundirse con los verdes paisajes que lo rodean
La agradable discreción
arquitectónica de este monasterio y del adjunto “Cuarto Real” de Carlos V
contrastan con la fama mundial del lugar y el nivel casi mítico que alcanzó en
la cultura de la Edad Moderna como lugar de retiro del emperador, que tras
abdicar hizo de este monasterio jerónimo el refugio donde prepararse para su
muerte, que tuvo lugar aquí el 21 de septiembre de 1558.
Este monasterio jerónimo había
sido fundado en 1408-1414. Uno de sus claustros es gótico y el otro
renacentista, contemporáneo de la iglesia construida en 1508-1525. A
consecuencia de la Ley General de Desamortización de 1836 el conjunto fue
vendido y comenzó a degradarse hasta que en 1857 lo compró el Marqués de
Mirabel, que comenzó a repararlo y abrió de nuevo la iglesia al culto. Fue
declarado monumento histórico-artístico por Decreto de 3 de junio de 1931 y
tras la Guerra Civil, una vez cedido al Estado, comenzó la restauración terminada
en 1958.
Enclavado en un entorno
privilegiado, el Monasterio se integra en la Comarca cacereña de la Vera y
destacan sus jardines y especialmente el estanque que sirvió al propio emperador
Carlos V para practicar la pesca. El agua abundante en esta comarca cacereña,
junto con los árboles frutales convierte al Monasterio en un lugar idílico para
disfrutar en cualquier época del año.
Su retiro también reflejó un
cambio en la visión del poder, en la que la contemplación y la fe ganaron
importancia frente a la política. Su celda, que aún se conserva, está decorada
con sencillez, un reflejo de su renuncia a la vida ostentosa y su deseo de
encontrar paz, naturaleza y fe. Por eso presenta una lógica distribución para
un retiro religioso, situado junto al altar de la iglesia bajo el cual el
emperador pidió ser sepultado, y de donde Felipe II ordenó trasladar los restos
de su padre al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
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