Hubo un tiempo en el que el ferrocarril significaba progreso. Ese tiempo pasó, arrinconando al ferrocarril con otros medios que traían más progreso, pero una estructura de tal magnitud ha dejado su huella ahí por donde discurrió. El Pinar Grande tuvo su estación, abandonada hoy entre los pinos. Como siempre estuvo, pues en trece kilómetros a la redonda no hay otra cosa que pinos, esos pinos por los cuales allí se construyó y que, como en el Lejano Oeste Americano, pudo incluso propiciar el que se levantará allí una ciudad.
“Papá, ven en tren” nos vendían antes. Coches, camiones y autobuses apartaron al tren. El AVE y los políticos derrochadores lo finiquitaron.
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