viernes, 22 de marzo de 2024

CARTAS COFRADES 2024-X: Viernes de Dolores


Ha llegado, para muchos, el viernes más esperado del calendario. 

El Viernes Santo es el más importante, sin duda, para la Iglesia en general y para cofrades en particular. Pero el Viernes de Dolores es como el gozo de cualquier víspera, cargado de rituales y tradición cofrade. Y, como casi todo debe de estar preparado para lo que tenemos en puertas, raro es que haya ensayos o reuniones. Todo son actos, rituales y liturgias. Gestos de devociones que transcienden generaciones. 

Y procesiones. Puerta abierta a la Semana Santa que se adelanta al pregón de mañana. Noche de viacrucis y oración. De 14 estaciones y “siete dolores”. Redobles e incienso en calles, iglesias, colegios... Toques de instrumentos en el Colegio del Salvador o en los Agustinos, y "salve" a la Virgen de los Dolores en San Cayetano, en Santo Tomás, en San Pablo... Desde las céntricas iglesias de secular historia y arraigo cofrade a las de barrio que se incorporan al rito. Desde la misma basílica del Pilar, San Felipe o el Portillo, a la parroquia del Corpus Christie o a la de San Valero.

Con pequeñas andas, con peanas o con el mayor paso a costal que recorre nuestras calles. Con sección de tambores o banda de cornetas contratadas en Valladolid para colaborar con la Pro-Hermandad del Santísimo Cristo del Amor y Buen Fin y de María Santísima de la Esperanza.

Una las primeras noticias que aparecieron este año en la prensa llevaba el titular “una nueva cofradía en ciernes”. Ojalá fuera verdad y se integren en la Junta Coordinadora. Lo de ver su "misterio" en el Santo Entierro es otro cantar; ya sabemos que la procesión general y el paso a costal no maridan como nos gustaría.

Pero volvamos al inicio de la carta. Iniciamos una pausa en el ritmo de la vida cotidiana. Es un día de recuerdos, de ausencias, de atardeceres donde el aire se llena de incienso y melancolía. Cofradías que celebran sus misas de difuntos, que graban los nombres de los que nos dejaron en los "mementos". Entre el aroma de flores e incienso y el eco de rezos y plegarias, el Viernes de Dolores se convierte en un recordatorio, una fecha de luto, pero también de esperanza y fe renovada tras superar la Cuaresma camino de la Pascua.

 






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