lunes, 14 de marzo de 2016

CARTAS COFRADES 2016-VII: 75 años procesionando para siempre



Cumplimos, como con tantas otras cosas en los últimos tiempos, 75 años de la aparición de las Cruces In Memoriam en nuestras cofradías, pues la primera data de 1941 cuando la incorpora la Sección de la Virgen de los Dolores que ya contaba con nueve difuntos en sus primeros años de discurrir cofrade. Posiblemente encontremos explicación a su singular presencia en nuestra ciudad en la coyuntura en la que surgen las cofradías, cuando se plagaba de cruces a los caídos pueblos y ciudades y de listas de “muertos por la patria” las fachadas de las iglesias.

En el Programa de Semana Santa de 1993 de la Cofradía de la Institución de la Sagrada Eucaristía podemos leer por la pluma de Javier Barco:

Ser cofrade en Zaragoza y morir dentro de una de nuestras cofradías significa no dejar nunca de participar en sus cultos, continuar por siempre jamás, al menos mientras lo haga su cofradía, procesionando por las calles de Zaragoza. En todos y cada uno de los actos en los que se encuentra presente la Cruz In Memoriam desfilan los que un día estuvieron entre nosotros, aquellos gracias a los cuales hoy día debemos nuestra cofradía”

En este párrafo queda definido el espíritu que envuelve este genuino atributo, un tipo de cruz que no se encuentra en ninguna otra Semana Santa y que portan la casi totalidad de las cofradías zaragozanas. No es un mero adorno, ningún atributo lo es. Todos tienen su significado dentro del cortejo pues nunca podemos olvidar que una procesión no es sino un instrumento de evangelización.

Para muchas cofradías de advocación mariana o con misterios anteriores al camino del Calvario, y sin la costumbre de portar una cruz guía o la cruz parroquial, su existencia posibilita que el signo que nos identifica a los cristianos esté presente. Y Junto a ella, también los ausentes. Muchos de ellos queridos y añorados. Modelos de buen cofrade, de hermanos con los que hemos construido hermandad, unas veces tocando el tambor, otras bajo las trabajaderas, las más de las veces en encuentros, procesiones y eucaristías o en la caridad. O simplemente disfrutando de la amistad. Pues como rezaba la antigua cruz del Descendimiento:  “Nuestros Muertos nos señalan el camino a la eternidad”.

Como la del Gólgota todas son de madera. Las hay suntuosas o sencillas. Inspiradas en la cruz guía, con reminiscencia de cruz de sudario o de tau franciscana.

Las hay también con formas vanguardistas o las que recogen la tradición del crucificado alzado, el más primitivo de los atributos procesionales.

Y tú su portador, te conviertes en un afortunado Cirineo, y seguramente te darás cuenta de lo pesada que es la Cruz. Como no va a ser pesada si está hecha de almas y de los recuerdos de muchos seres queridos. Conforme pasan los años, esa Cruz nos parecerá más pesada, pues se irán cargando con la emoción del recuerdo permanente de familiares y amigos con los que compartimos vivencias cofrades.

Y les recordamos. Claro que les recordamos. Nombres grabados en la madera. Placas con los nombres de nuestros cofrades. O una simple cruz, lisa y llana. Todas representan procesional y simbólicamente a los hermanos que nos han precedido en su llegada definitiva a la Casa del Padre. Y si como cristiano, la muerte de un ser querido nos debería crear el sentimiento contradictorio del dolor de la perdida con la esperanza del creyente en la Vida Eterna, para nosotros, los cofrade, al dolor y la esperanza unimos el saber que siempre seremos recordados. Y que la cofradía nos brindará el mejor sitio para ello.

No todos podremos gozar del privilegio de portar una Cruz in Memoriam, de ser el Cirineo de las almas  de nuestros difuntos. Pero de nosotros depende tener el honor de estar en ellas, pues solo nosotros nos podemos quitar ese derecho. Tan solo tenemos que ser cofrades…a ser posible "buenos cofrades"... con todo lo que esto implica.





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