Nos gustaría tener el estilo de Fernando del Haro o la sensibilidad de Carlos del Amor describiendo fotografías, pues al “revelar” esta postal, descubres tantas historias que lo vamos a intentar.
En una luminosa tarde en
Biarritz, de esas que parecen pintadas con pinceladas de sol y brisa marina. En
la curva del edificio que se asoma a la playa del Puerto Viejo, la vida se
sucede en capas, como una historia contada desde el mar hasta la ciudad.
Abajo un grupo de socorristas mantienen conversación con amigos y surferos. Comparten risas, estiraban los músculos y se dejaban acariciar por el sol tibio del inicio del verano. El cartel "Poste de Secours" marca su territorio: vigilantes de la seguridad veraniega.
Un nivel más arriba, la terraza
de un restaurante bulle en una calma sofisticada. Las mesas, perfectamente
dispuestas, brillan bajo el cristal de copas aún vacías. Entre sombrillas color
marfil y lavanda, los camareros se mueven con ritmo pausado pero preciso: uno
acomodaba con mimo los cubiertos de una mesa junto a la barandilla, mientras
otro atendía a una pareja que conversaba sin prisa, protegidos del sol por el
suave resguardo de una sombrilla. El ambiente es sereno, casi cinematográfico.
Una postal viva del turismo
activo, del verano que se despliega en todas sus formas. Sinfonía de gestos y
contrastes; el descanso y el trabajo, lo informal y lo refinado, el mar y la
ciudad. Biarritz, en un solo vistazo.