viernes, 16 de febrero de 2024

CARTAS COFRADES 2024-II: 75 años de una obra de arte

 


Decíamos en la primera carta de este 2024 que hacen bien las cofradías en conmemorar sus aniversarios. Y eso que con algunas ya hemos celebrado muchos y de todo tipo. Las cofradías están vivas; cada año ingresan nuevos miembros o se hacen mayores los más jóvenes. Es bueno recordar y dar a conocer lo que se tiene y de donde se viene. Tampoco es la primera carta que dedicamos a los aniversarios, me suena que alguna vez hemos escrito que estas celebraciones sirven para poner reivindicar lo que apreciamos. Y así distinguimos nuestra historia, valoramos nuestro patrimonio, sea material o inmaterial (procesiones, marchas de tambores...), y rendimos homenaje a los que nos precedieron y sentaron los cimientos de lo que somos y tenemos.

Y ahora estamos inmersos en las bodas de diamantes de algunas de las imágenes titulares que con su aparición marcan el inicio de una nueva etapa en la imaginería pasional de nuestra ciudad.

Las modernas cofradías se crean entorno a los pasos propiedad de la Sangre de Cristo y se hacen filiales de esta para poder disfrutar de los mismos y participar con ellos en la procesión del Santo Entierro. Pero ya en 1941, la Cofradía de Jesús Camino del Calvario estrena paso propio con el Misterio de la Caída del Señor. En 1944 al fundarse la Cofradía del Silencio se integra en el Santo Entierro con el Cristo de la Agonía de la Parroquia de San Pablo, como hacía desde 1940 la Esclavitud de Jesús Nazareno procesionando su advocación. En 1944 cuando la Cofradía de Jesús atado a la Columna presenta el proyecto de José Bueno para la realización de un nuevo paso el cual realizaría su primera salida procesional en 1949 y que supuso un cambio radical en la imaginería que hasta entonces había imperado en nuestra ciudad. En 1945 la Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan nombra una comisión para estudiar el asunto de tener un paso propio, que termina encargando el proyecto a Félix Burriel en 1946 y que verá la luz en la Semana Santa de 1948. De 1949 es también la Dolorosa de la Hermandad de San Joaquín; pero esta merecerá, si me lo permitís, carta aparte.

Así como el paso de la Caída provenía del catálogo de  los Talleres de Olot, con los de las Siete Palabras y la Columna, entran en la historia de la imaginería de nuestra Semana Santa, dos artistas consagrados de la escultura del siglo XX. Félix Burriel y José Bueno, dos autores que no se caracterizan precisamente por su obra religiosa y si por la civil, y que dan prestigio a nuestro conjunto escultórico procesional, y junto al Cristo Resucitado de Albareda, dejan bien cubierto el siglo pasado y dan el toque distintivo de calidad cuando se estudie la Historia del Arte de nuestros pasos.

"La Columna", lleva de celebración desde el año pasado bajo el lema "75 atado a Tí". Por eso es de aplaudir la exposición del “Señor Atado a la Columna”, organizada por la cofradía de “la Columna” en el Centro Joaquín Roncal, entre el 24 de enero al 10 de febrero. Con ella se revindicó al artista y su la obra; a la obra y a su creador. De puertas para dentro para que los cofrades nos sintamos orgullosos de lo que tenemos (sobre todo los de la Columna); y de puertas para fuera para que la ciudad también sienta y conozca el valor de lo que tiene, en la calle y en su Semana Santa.

De este modo un cofrade puede ir por el parque Grande y decir: “Mira, el Batallador, es de Bueno, el mismo escultor que ha hecho el paso titular de la Columna”. O cualquier persona puede encontrarse una procesión callejeando el Jueves Santo y decir “Mira ese paso, es del mismo autor que las esculturas del cementerio, o la mujer de la plaza Aragón, o la escultura de San Pedro Nolasco….”

Una pena de que la exposición ya haya pasado, pero seguro que con el material que ha puesto a disposición la Cofradía del Señor atado a la Columna por diversos medios, puedes hacerte una idea de  la misma.

Constaba de cuatro partes, siempre con el hilo conductor del majestuoso Señor atado a la Columna. La primera y la segunda dedicada a José Bueno Gimeno y otros artistas aragoneses que trabajaron en el paso. Continuaba con la explicación de la evolución y de las modificaciones que el conjunto ha sufrido con el paso del tiempo para terminar con cartelería, hemeroteca, programas y otros soportes en los que la imagen ha sido protagonista.

No va a se la única exposición que sobre José Bueno Gimeno va a haber. En breve nos encontraremos, como con algunas de sus obras sucede, con el artista en la calle. Félix Burriel también sería merecedor de lo mismo. Las Siete Palabras, el resto de cofradías y la ciudad de Zaragoza se lo deben.

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