martes, 3 de septiembre de 2024

POSTALES DESDE EL VERANO 2024: De fabada y cocido montañes



Somos muy de platos de cuchara. De legumbres ni te cuento; y si hablamos de fabada o de cocido montañes... eso son ya palabras mayores. En cualquier época del año; incluso en verano, haciendo caso omiso a esas recomendaciones de cuando aprieta la canícula que además de recordarte que tienes que ir por la sombra, no hacer ejercicio en las horas centrales del día ni olvidarte a ancianos ni a niños en el coche, te dicen que evites los guisos y las sopas caseras con contenidos grasos.

Una fabada y un cocido montañés entra siempre bien. Además si solo visitas la cornisa cantábrica en verano, ¿que vas a hacer?

Cuesta elegir entre un plato y otro; sería como elegir entre un asturiano y un cántabro; entre Casa Poli y el Mirador de Trasvía; aunque el que suscribe tiene claro por cual se decanta.

En una pequeña taberna junto a los verdes valles del norte, dos viajeros se sientan frente a una mesa de roble antiguo, el aire lleno del aroma de platos tradicionales. El primero, un asturiano orgulloso, hablaba con entusiasmo de la fabada. A su lado, un cántabro le respondía con una sonrisa mientras miraba su plato de cocido montañés.

Ambos levantaron sus cucharas, orgullosos. La fabada, espesa y contundente, cantaba con el ahumado del embutido. El cocido montañés, robusto y verde por la berza, hablaba de la fuerza de la tierra. Ninguno de los dos dio su brazo a torcer, porque en el fondo sabían que, más allá de la competencia amistosa, cada plato era una celebración de lo suyo, de las raíces que les unía

Al final, brindaron con sidra y orujo. "A nuestras tierras", dijeron al unísono. Porque, aunque sus guisos fueran distintos, el amor por la tierra no se negocia.




 

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