sábado, 29 de octubre de 2022

CRÓNICAS VENECIANAS: La basílica de San Marcos

 






































Somos de los que piensan que la mejor manera de conocer un templo es asistiendo a alguno de los oficios para lo que fue concebido. Y también es la forma más barata de visitarlo, pues en el caso de la basílica de San Marcos, aunque todas las informaciones apunten que es gratis, no es así.

Es sábado, seis y media de la tarde. Se forma una pequeña fila para entrar en misa. Una persona de seguridad va diciendo a lo que pretendemos entrar que solo dejan a los que “vai a messa”, a lo que unos con acento andaluz le responden que “eso cuánto dura”. Ante la cara seria que le pone la de seguridad optan por salirse de la cola.

La construcción de la basílica se inicia en el siglo IX para acoger el cuerpo de San Marcos traído desde Alejandría, y ahí reposa debajo del altar. Con el paso del tiempo ofrece diferentes cambios hasta llegar al aspecto por la que la conocemos todos, esa planta de cruz latina cubierta con cinco cúpulas soportadas por 500 columnas y decorada en su totalidad de mosaicos.

Sin duda, el monumento de mayor belleza de Venecia, y como ocurre con tantas cosas de esta ciudad, imposible encontrar algo parecido en el resto de Europa, con esa mezcla de estilos occidentales y orientales. Una obra maestra del arte bizantinos, con un interior dominado por el dorado, entre teselas, alabastro y mármol.

Pagando diferentes entradas se accede al Museo, y a lo que se conoce como el Tesoro y la Pala de Oro. Y es cierto que visitando el museo se pueden ver de cerca los mosaicos de las cubiertas o acceder a las galerías de la fachada para seguir contemplando rincones de gran belleza, más mosaicos, los relieve del pórtico, los caballo de oro... y todo lo que ofrece la plaza de San Marcos desde las alturas. Pero tiene tanto que ver esta ciudad que, sabiendo lo que nos perdemos, lo que se prefiere no perder ee tiempo entre filas y más filas.

Ojalá se pueda volver algún día, hacer esas cola y disfrutar de los cuatro caballos bañados en oro del museo y de su réplica en la fachada, de la Pala de Oro, del Tesoro y de todas las misas que hagan falta.




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