Aventurarse por las calles del Trastevere es hacerlo por la quintaesencia romana. De hecho para muchos romanos es el barrio más bonito del mundo. Recorrer sus calles sin rumbo fijo, sin pensar en ir a la estatua de Garibaldi o al templete de Bramante, lo hace más especial, te lo aseguro. Fachadas de colores ocres acogen restaurantes y tratorias, librerias, galerías de arte, y como no, iglesias. Y terrazas, muchas terrazas con manteles de cuadros rojos y blancos cubriendo pequeñas mesas adornadas con jarrones y flores.
Enredaderas cubren muchas de esas fachadas, tapando alguna pintada reivindicativa o enmarcando hornacinas con virgenes y santos, antes de atravesar la calle para irse a la fachade de enfrente haciendo la competencia a los tendedores con ropa tendida. En Roma hay muchas cosas que llaman la atención, de las que no esperas ver en una capital moderna y sin embargo construyen toda una identidad de lo más pintoresca; y la colada tendida sobre la calle es una de ellas. Podiamos decir que mas que una gran ciudad parece que estemos en un pueblo.
También es un buen barrio para comer. Pizzerias de toda la vida, con comida de lo más normal y a un precio económico. Si buscas sin gluten el Ristorante Carlo Menta es lo que necesitas.
Y un poco de visita cultural tampoco viene mal y aunque sea lo más típico del Trastevere, no entrar en su iglesia de Santa María sería una dejadez. Una de las iglesias más antiguas de Roma, fundada en el siglo III y que conserva un aire medieval con el campanario, los mosaicos del portico o las columnas traidas de las termas de Caracalla. Y luego está el San Antonio. Entre todas las obras de arte que tiene la iglesia parece que es la que más curiosidad genera, al menos entre los devotos. Una imagen del santo, como tantas que te puedes encontrar, incluso en casa de tu abuela, pero a la que los fieles le dejan sus peticiones y deseos. Como procede con todo San Antonio Glorioso que se precie.
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