Vivir en una ciudad con playa es una suerte. Pero que tenga puerto y de los pequeños ya es de nota. Es tan pequeño que los barcos de recreo, durante el verano, tienen que estar atracados en la bahía. Como escribiera Pérez Reverte en una de sus "Patentes de Corso", nos gustan "los puertos viejos y sabios".
Bajo el monte Urgull queda integrado entre el mar y la montaña, que junto a su barrio de pescadores, y las puertas de la Parte Vieja, nadie diría que estamos en una capital de provincia sino en un pueblo de costa.
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