En nuestro típico y tópico recorrido romano, ya tardaba en salir la plaza de San Pedro. Y aquí estamos, sin complejos. Sin complejos por ser turistas de lo más normales, que nos dejamos abrazar por la columnata de Bernini y hacemos fila para entrar a la basílica. Ni complejos por reconocer la importancia de donde nos encontramos.
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