Si la plaza de San Pedro impresiona, el interior de la basílica sobrecoge. Y como decíamos para la plaza; no solo por sus dimensiones, un templo enorme, el más grande de la cristiandad, sino también por todo lo que significa en arte, cultura, espiritualidad, historia y poder. Y lo volvemos a decir sin complejos. Nos gusta.
Dificil de describir y de explicar. Y dada la grandeza de todo sus tesoros (volvemos a decir, tanto artísticos como espirituales), cuesta reducir las impresiones a un simple blog sin decir los que esta ya en los escritos. Y como todos, terminas disfrutando de lo mismo. De Miguel Ángel, de su Piedad o del diseño de la cúpula. Del baldaquino y de la silla de San Pedro de Bernini. De las estatuas que albergan las santas reliquias y de la tumba del apostol.
La basílica es tan grande que decenas de historias se mueven bajo sus bóvedas. Con respeto ninguna se molesta entre si, incluso puede pasar desapercibida. Un grupo de aolescentes se hace una foto hciendo que rezan en el reclinatorio del baldaquino, mientras una monja no les quita ojo a la vez que venera a u vez al San Pedro de bronce. Una pareja de japonesas estudia con detenimiento la Piedad, intercambiando sus opiniones a la vez que leen la guía de mano. En ese momento entra una procesión de peregrinos. Cantan el "Perdona a tu pueblo Señor", por lo que deducimos que son españoles. Nos quedamos con las ganas de saber quienes son. El grupo de adolescentes, ya retirados del reclinatorio se afanan haciendose selfies, y alguno no se da cuenta de que entorpece la procesión. Tan solo los guardas de la momia de Juan XXIII odel sepulcro de Juan Pablo II te impiden acercarte a hacer fotos, solo a rezar.
Es hora de bajar a la cripta y salir. Si podemos volveremos en otro rato. Tampoco la fila de entrada tarda mucho y una vez dentro el gentío se disipa.
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