Este blog tiene por lema que para que contar lo que otros lo explican mejor. Por eso lo ponemos entre comillas. Antes de irnos de veraneo, Julio José Ordovás, el escritor panadero, o panadero escritor, en su columna semanal del Heraldo describía la esencia de la plaza del pueblo que nos hemos ido encontrando allá donde parábamos.
"Qué bien sienta una cerveza
fría en la terraza de un bar de pueblo, bajo un sol de castigo y con el
desquiciado gorjeo de los pájaros de hilo musical. En la plaza hay una iglesia
descascarillada con su correspondiente nido de cigüeña en el campanario, un
palacio que amenaza con venirse abajo en cualquier momento y una fuente seca
que congrega a una multitud de avispas y de moscas. Cruza la plaza un perro de
colores herrumbrosos que me recuerda a aquellos famélicos y ululantes galgos a
los que Machado veía pulular por las callejas de Soria y que seguramente se le
aparecían también en sus sueños, implorándole un mendrugo o una caricia.
Han debido de celebrarse
recientemente las fiestas patronales porque en las calles cuelgan tiras de
banderines. La historia de España se puede respirar, sentir y palpar en esta y
en cualquier otra plaza de pueblo. Plazas donde siempre se han celebrado los
mercados, las verbenas y los funerales. Tocan a misa y de todas partes empiezan
a llegar ancianas y ancianos que se dirigen a la iglesia con rutinaria
devoción. Y yo que pensaba que este pueblo, como tantos otros, era un decorado
casi vacío, deshabitada carcasa. Flota una melancolía pegajosa en la quietud de
la plaza. Miro a la cigüeña. Está entretenida, arreglando su nido
concienzudamente. Para ella no hay domingos ni santos que celebrar, todos los
días son laborables. En este pequeño pueblo la cigüeña es una veraneante asidua
y yo solo un forastero que se ha detenido unos minutos para tomarse una cerveza,
ir al baño y proseguir su ruta por carreteras solitarias y polvorientas."
Tal cual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario