El Mirador de la Lastrilla, a 1.200 metros de altura, resulta un lugar privilegiado para diferenciar las dehesas de los pinares, desde la paramera al sabinar. El lugar es agreste y duro, cubierto de sabinas, pero las vistas, en tardes como las de hoy, esplendidas.
Y a los pies un paisaje ganadero, con escaso arbolado abierto a ricos pastos hacia la fuente del Pino y Costalago, roturados por algunos cultivos de cereal.
Y detrás toda la sierra de Urbión recortada en el horizonte, con el rio Lobos y sus arroyos afluentes cortando la paramera.
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