Nos gusta mirar y ver. Y el
nombre del mirador, por redundante, resulta del todo atrayente para parar los
coches y ejercer de “mirones”. Bajo un cielo decorado con nubes lenticulares y sobre el sabinar de Calatañazor, uno de los
bosques de sabinas mejor conservados del planeta, a más de 1.000 metros de
altitud, divisamos a lo lejos la silueta medieval de la villa que da nombre al
sabinar.
Las tierras dedicadas al cereal contrastan
con este denso sabinar arbóreo, rodeado de los páramos entre la Sierra de
Cabrejas y la de Hinodejo. Una cosechadora, va peinando el trigo. Campo
amarillo entre los verdes de los girasoles. Girasoles que además de pipas dan
aceite; ese producto que antes de la guerra de Putin ya se había doblado de
precio y tras la invasión se triplicó. Cuando comentas esto, resulta que nadie ha
consumido nunca aceite de girasol en tu entorno; que no es sano. Tendremos que hacérnoslo
mirar y no comer tanta patata frita. Es lo que tiene no tener un nutricionista
de cabecera.
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