Antonino el cabrero (nombre inventado pues el protagonista no ha querido salir ni en las fotos) dice que siempre ha estado bien en el monte, solo con sus cabras, pero que de un tiempo a esta parte es donde mejor se encuentra. Y eso que está jubilado. No ha querido salir en la foto porque además va sin mascarilla, y no es asunto de soliviantar al personal. Especialmente porque en los pueblos de alrrededor la pandemia se sufrió de manera cruel con la gente mayor como él. Superaron una guerra y las carencias de la posguerra; la despoblación de sus tierras y la dejadez institucional. Y ahora esto, se queja con serena amargura.
Cuando por fin arranca la conversación esta se convierte en un alegato a su soledad buscada. "¿No dicen que la mejor prevención es el distanciamiento social?; pues a mi que no me venga nadie a buscar". Para él las relaciones sociales son algo sobrevalorado. Le decimos que exagera, aunque los sentimientos de cada cual nadie los puede juzgar. Su frase me recuerda a la que me dijo una veinteañera sobre "el Quijote" en este mismo lugar; que se lo había leído con trece años y que consideraba que estaba sobrevalorado. En este caso Antonino al menos contaba con la voz de la experiencia de sus casi 90 años.
Para él, las relaciones sociales solo traen problemas, aunque solo sea porque te tienes que preocupar de los demás. En soledad con uno solo te tienes que preocupar y apechugar con los problemas que te crees a ti mismo. ¿Y si le pasa algo aquí, quien le va a ayudar si ni siquiera tiene móvil? le preguntamos. A lo que sentencia: "Recibiré la misma ayuda que han tenido mis paisanos fallecidos, encerrados en sus residencias de ancianos".
Tras la conversación con Antonino un halo de tristeza y desánimo nos envuelve en nuestro descenso del monte.
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