Nos pasa como a los personajes de "Puerto escondido". Tantos años, mientras merendábamos quesada, sobacos y leche, mirábando sin ver.
"... El rostro enorme de Tlaloc se situaba sobre lo que parecía la puerta principal de la casona, bajo un largo balcón corrido, sobre el que sobresalía un enorme e impresionante escudo. ¿Cómo era posible que a nadie le pudiese pasar desapercibido un símbolo tan extraño allí, justo allí, a pocos metros de la colegiata románica de Santa Juliana, que era, junto con su claustro, una de las más famosas de Cantabria?. Tlaloc tenía que haber salido en cientos, en miles de fotografías de turistas, y, sin embargo, nadie parecía haberse percatado de la incongruencia que su sola presencia pautaba en un lugar como Santillana del Mar.
- Sobredosis de belleza- dijo Oliver.
La gran puerta de madera estaba abierta. Quizá hubiera tenido un pasado noble, pero ahora parecía que se dedicaba a vender sobacos, quesadas y otros dulces para los turistas.
Les atendio una mujer joven, de sonrisa agradable y cercana, que estaba instalada tras un mostrador sencillo, en lo que antes debía haber sido un patio interior señorial robustez y elegancia. A sus espaldas una gran escalinata de piedra crecía hasta la segunda planta para dividirse a derecha e izquierda en la oscuridad de la intimidad. "
Más postales entre 2004 y 2020. La esencia no cambia, y Tlaloc siempre vigilante.
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