Toda persona que ya se había movido por estas aguas nos recomendaba que, si quisiéramos conocer alguna isla más en la laguna veneciana, Burano debía ser la elegida. Y acertaron. Una isla especial famosa por sus encajes y por los colores de sus fachadas. Tal vez la población más colorida que uno pueda visitar. Dicen que los pesadores pintaban así sus casas para reconocerlas desde lejos en los días de niebla. A esto, se le suman los canales en vez de calles, y barcas por coches y te encuentras una Venecia convertida en pueblo. Todo un atractivo, al que ya hemos sumado el recorrido en vaporetto por la laguna de casi una hora.
Una vez ahí solo hay que perderse entre sus canales y calles de todos los colores, sus tiendas de encajes y telas, restaurantes y bares. No hay ruta turística, ni monumentos imprescindibles. Solo callejear. Todo es tan mono que puede resultar edulcorado; un pequeño "parque recreativo acuático", como le dice refiriéndose a Venecia Mister Mclhenny a Katharine Hepburn en "Locuras de verano" Es en esta película del subgénero "yanquis de vacaciones por la viaje Europa" donde se nos muestra un retazo de esta localidad en 1955.
Aquel conocido que referíamos en la "entrada" de Venecia, que por su afición de fotografiar barcos, enloqueció al desembarcar en Venecia, nos cuenta que le pasó lo mismo en Burano al ser muy dado a fotografiar puertas, ventanas y detalles de fachadas. Más las barca y las lanchas, esta es la esencia de Burano.
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