En un Jueves Santo atípico, donde te sobra el tiempo dedicado siempre siempre siempre a no estar en casa, darte un atracón de diapositivas y fotografías te devuelven lo intensamente que hemos podido llegar a vivir este día. Parece que siempre es un mismo e infinito día de procesiones, pero estas cambian, nunca es el mismo, como los pasos (algunos en evolución permanente), la ciudad, la climatología, el cambio de hora, la luz de la tarde.... y uno mismo. Porque con diecipocos años te puedes pegar toda una tarde subido a un buzón, o a un banco de la plaza para esperar un redoble deseado, un inicio de procesión. Y conforme pasa el tiempo y te amoldas a las circunstancias buscas otros lugares, aceptas invitaciones de balcones, de ventanas, te dejas recomendar en busca de lo más recogido, de lo más intimo.... o simplemente aceptas sorprenderte donde te alcanza la procesión.
El Jueves Santo es diverso y se nos ofrece en una amplitud de colores y lugares para que cada uno sea especial y único. Este lo ha sido.
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