A una semana del Domingo de Ramos
ya hemos respirado ambiente cofrade y procesional por nuestras calles
acompañando a la cofradía de Jesús Camino del Calvario, la cual celebraba el
bicentenario de su imagen titular, la de Jesús con la cruz a cuestas.
Escribo esta carta de
agradecimiento a una cofradía hermana por dos motivos. El primero por
recordarnos y celebrar de una manera especial tal acontecimiento. En los
últimos años estamos acostumbrados a las procesiones extraordinarias, y esta
Cuaresma no podía pasar sin ella. Pero el motivo ha sido distinto a otras que
hemos vivido, ya que giraba en torno a una imagen que tiene una importancia
histórica, artística y significativa suficiente para celebrarlo.
Tras el Cristo de la Cama, motivo
central de nuestro Santo Entierro, que nunca podemos olvidar que es el origen
de todo lo que somos, la imagen realizada por Tomás Llovet en 1818, es la más
veterana que lo hace en tal magno acontecimiento. Si, ya sé que el Ecce Homo,
el Nazareno, el busto de la Coronación, el Cristo de la Agonía, o el del
Refugio o el de la columna, y alguno más que me puedo olvidar son más antiguas,
pero al Santo Entierro se incorporaron más tarde. No fueron talladas para
participar en él (ahora se tallan directamente para que no salgan).
Tras el desastre del Convento de
San Francisco durante los Sitios de Zaragoza y, como todos sabemos, la perdida
de la mayor parte del patrimonio de la Hermandad de la Sangre de Cristo, esta
tuvo que poner en marcha un nuevo proyecto de recuperación para poder volver a
celebrar la pasión y entierro del Señor por las calles de la ciudad.
El alcañizano Tomás Llovet,
Director de Escultura de la Real Academia de San Luis, recibe el encargo de
varios pasos, y para la Semana Santa de 1818 ya se pudo presentar Jesús con la
Cruz a Cuestas, Cristo atado a la Columna, y el Ecce Homo. Durante las
exposiciones conmemorativas de los 400 años documentados del Santo Entierro, en
estos dos últimos años, hemos podido observar, contemplar y comparar las tres
imágenes de Cristo juntas, lo que nos ha permitido admirar su belleza y también
la uniformidad en estilo y escala que pretendía presentar la procesión general
(me permito utilizar las fotografías de Jorge Sesé para recordarlo). Diez años
más tarde, de Llovet sería también la realización del paso de la Llegada de
Jesús al Calvario. A día de hoy, estilo, uniformidad y escalas, en el Santo
Entierro hay de lo más diverso y diversas, aunque a poco que esto continúe así,
el que terminará dominando es el de la imagineria sevillana.
Fotografías de Jorge Sesé |
El segundo motivo de
agradecimiento, y posiblemente el más importante, es que la Cofradía de Jesús
Camino del Calvario ha permitido poder seguir dando culto, tanto en Santa
Engracia, como por las calles zaragozanas a este misterio, aunque casi nos
quedamos sin él cuando le prendieron fuego allá por los 90. 200 años
procesionando y conservando nuestro patrimonio y nuestras raíces; algo que el
deseo, siempre licito de otras cofradías, por tener sus propios pasos o
engrandecer su patrimonio, ha ocasionado relegar nuestro pasado en algunos
casos. Es de agradecer que las otras dos imágenes de Llovet de 1818, puedan
seguir admirándose y recibiendo el culto que tales advocaciones merecen en San
Cayetano, junto al Cristo de la Cama, y que hace poco tiempo además, recibieron
una merecida restauración.
Pero volvamos a la imagen que nos
ocupa. En 1823 otro escultor, Pedro León completó el paso añadiendo nuevas
figuras, como también hizo con los otros dos pasos. En este caso esculpió las
figuras del Cirineo, el hebreo y un soldado romano, dejando la Verónica a
Ayerdi para un año más tarde. Esta composición aún la hemos podido apreciar en
fotografías, pues no desaparecen hasta 1958 (y desaparecieron por completo,
pues se desconoce su paradero). Entonces se deja exenta la imagen titular para
participar en el acto del Encuentro y no presentar dos pasos similares en su
misterio, dado que, hasta ese año, las procesiones del Miércoles Santo se
realizaban solo con "la Caída" de 1941.
La renovación del paso fue
bendecida en la iglesia de Santa Isabel el 2 de abril de 1958, momentos antes
de incorporarse a la procesión, que en aquellos años se iniciaba en la
parroquia de San Gil, sede de la cofradía de Jesús Camino del Calvario entre
1946 y 1969. Alberto Guillén Valero presente
aquel día, relató durante las Charlas Cuaresmales de 2015 de la Cofradía de
Jesús Camino del Calvario, la emotiva sorpresa que causó salir de la iglesia de
San Gil y encontrarse al nuevo paso esperando para su incorporación al cortejo.
Hemos mencionado San Gil, pero
hasta 1974 el Cristo de Llovet permanecía en la capilla del Cristo de la Cama
en San Cayetano. La Sangre de Cristo permitió su traslado a Santa Engracia, donde
se le ha podido rendir culto en diferentes ubicaciones. Digamos que la actual
no es la más apropiada, comparándola con la prestancia que otorgaba cuando nos
esperaba al final de las escaleras de entrada a la cripta de las Santas Masas.
Al restaurarse la fachada del monasterio en 1993, se ubicó allí la escultura
original de Santa Engracia que realizara Carlos Palao a finales del XIX para
coronar la fachada del templo, siendo suplantada por una réplica. Cristo con la
cruz a cuestas se subió a la nave, donde desde 2014 figura el nuevo paso de
"la Primera Caida".
200 años después imagen y
devoción siguen entre nosotros.
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