Nos encontramos a Elvira en Santillana del Mar. No tiene Instagram, pero sus amistades saben por donde se mueve porque sigue enviando postales de esos sitios especiales que visita en verano.
Caligrafía delicada como las de antaño, el sello con la tarifa correspondiente, el nombre del destinatario. Todo hace que cada postal sea única, con los mejores deseos y afectuosos abrazos, o besos, según quien reciba la misiva.
Cada vez le cuesta más encontrar postales. Incluso la que escribe ahora, comprada en una tienda de recuerdos, no deja de ser una fotografía impresa con el reverso característico de las postales pero sin referencias editoriales, de impresión, depósito legal o autor de la fotografía. Menos es nada piensa ella.
Le gustan los buzones, los sellos y los carteros, aunque estos sean cada vez más portadores de certificados o paquetería de Amazón y menos de cartas de amor o de sinceros deseos desde un viaje de verano. Y menos aún noticias a lo Filipides o Miguel Strogoff.
Cierto es que sus amistades con Instagram también sabe por donde se mueve por terceros. Cuenta que le paró por la calle hace días la madre de la amiga de una sobrina suya y le dijo, ¿que tal el viaje por Londrés?, "me enseñó una foto mi hija del instagram de tu sobrina en la que salías". Las postales son más discretas.
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