Siendo 2017 Año Jubilar, Año Santo Lebaniego, es una buena ocasión para volver por el Monasterio de Santo Toribio, en el corazón de Liébana, donde en los albores del cristianismo hispano unos monjes decidieron retirarse del mundo y vivir según la regla benedictina.
La tradición cuenta, como nos relató (siempre amparándose en la tradición) el monje que nos dio a bendecir la reliquia, que a mediados del siglo VIII, junto a los restos del obispo Toribio de Astorga, se trajo para ser custodiado en los primeros años de la Reconquista, el mayor vestigio que se conserva del madero de la cruz de Cristo, que el propio Toribio había traído de Jerusalén en el siglo V. El monje también nos contó que un análisis científico del sagrado leño certificó que se trata de una madera procedente de una especie botánica no existente en la Península Ibérica y sí en el Próximo Oriente y que no se opone a que tenga la edad pretendida.
Desde el siglo XVII el Lignum Crucis se encuentra dentro de un relicario en forma de cruz, y no tanto para darle valor, sino para evitar que los peregrinos continuaran llevándose astillas del mismo. Es lo que tiene querer tener recuerdos de los sitios por donde uno pasa.
En su origen el monasterio fue construido dentro del estilo pre románico (con tanto estilo y tanta fecha recuerda no confundir románico con romano, como le pasó hace unos días a una señoría diputada de Podemos en el Congreso, cuando tachó al Director de RTVE de católico, apostólico y "románico"). La iglesia actual es gótica del siglo XIII, y mantiene la sobriedad decorativa que caracterizaba a la Orden de San Bernardo. Todo lo contrario que la capilla del Lignum Crucis, construida en el siglo XVIII a imagen y semejanza de la de la catedral de Santa Fe de Bogotá, por obra y gracia del que fuera su arzobispo, Francisco Gómez de Otero y Cossio originario de esta región de Liébana.
Por último, y antes de seguir disfrutando de las estribaciones de los Picos de Europa y acercarnos a Potes, recordad que del potencial espiritual que este monasterio ha tenido también da fe, y nunca mejor dicho, la figura de Beato, el monje que aquí vivió a mediados del siglo VIII y escribiera el famoso "Comentario al Apocalipsis", que también ha pasado a la historia del arte al incluir junto a los textos ilustraciones y miniaturas cuya temática y técnica resultaron fundamentales para la evolución de la pintura románica.
La postal ha resultado larga, pero no me negarás que el tema no es apasionante. Nos vemos en Potes.
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