Caracena. Hay que ir de propio para visitar el pueblo pues no lo
encuentras en ninguna ruta, salvo la que tú te quieras crear. Como cuando Pepe se acercaba por su río para pescar cangrejos Una única
carretera que muere en esta villa apartada del resto del mundo y
con el Burgo de Osma o San Esteban de Gormaz como localidades de referencia más
cercanas. Soria profunda, enmarcada a 1.086 metros de altura por el Barranco de
las Gargantas, el Barranco de los Pilones, y el Cañón del Caracena. Paisaje
austero pero de gran belleza.
Si buscas referencia estas te dirán que se encontraron restos de pobladores ya en la edad de bronce en un
yacimiento cercano, pero su enclave como marca fronteriza entre moros y
cristianos condicionó largos años su historia de la cual nos ha dejado
vestigios suficientes para tomar esa carretera perdida y recorrer sus calles, aunque no vayas a pescar cangrejos.
Los Reyes Católicos, tras confiscar Caracena a los Tovar, señores del castillo desde finales del XIV, entregaron la Villa y sus aldeas a Alonso Carrillo, sobrino del famoso
arzobispo de Toledo. Una de las primeras medidas de Carrillo será reconstruir
el castillo de Caracena. Este castillo merecerá una postal, como también las
dos iglesias románicas que tiene el pueblo.
En la Plaza Mayor se encuentra el imponente Rollo de
Caracena, de estilo barroco, donde se exponía a los malhechores a la vergüenza
pública (muchos de los pueblos de Castilla los conservan), y justo al lado la antigua cárcel, de aspecto austero pero formidable
y las ruinas del hospital del que tan solo se conserva una hermosa ventana
plateresca y dos de sus muros, a punto de caer.
En las afueras del pueblo se encuentra el un puente románico sobre el río Caracena.
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