Como bien señala Jesús Cortes (gran participante de estos certámenes como bombo de la Columna) en el artículo de la última revista de la Junta Coordinadora donde, de manera sucinta, repasa el discurrir de las XXXV ediciones de este acontecimiento, “fue en 1973 cuando se decidió realizar por primera vez el Concurso de tambores de Zaragoza con la idea de fomentar el toque de los instrumentos y de crear una sana competición entre las cofradías” “donde poder desarrollar y competir con un tipo de marchas diferentes a las que podemos escuchar en las procesiones por ser normalmente más complicadas, más largas y más trabajadas”.
Como casi todo lo relacionado con los tambores ha sido algo importado del Bajo Aragón, pues en Hijar se venía celebrando desde 1966. En estos más de 35 años el acto ha alternado modalidad de concurso competitivo y modalidad de simple exaltación, pudiendo elegir desde 1992 cada cofradía como quiere participar. Y es que el concurso tiene muchos detractores, en aras de que, viniendo de donde venimos, no está bien crear contextos de competitividad que pudieran originar rencillas o mal ambiente. O que es muy difícil ser justo con el trabajo realizado por unos y por otros simplemente por la decisión de un jurado.
Siempre he sido defensor del concurso, de hecho participé en la cuadrilla de mi cofradía entre 1982 y 1995, de la cual fui responsable desde 1988 hasta 1995. Digo esto porque puedo decir que los año que nos tocó participar en exaltación (entre 1987 y 1991) costaba completar el número de participantes, además de que el esfuerzo por desarrollar una buena marcha para nada era comparable con lo que luego conseguíamos dar forma cuando volvimos a concursar. El concurso motiva, te exige. Con el concurso aprendes y mejoras. Y hoy creo que se toca mejor que hace 30 años. Aunque también podría decir que se toca mucho mejor la corneta y la matraca y sin embargo estos instrumentos no acuden a concurso (por eso hay que romper una lanza por el piquete intercofradías y todo lo que ha generado en el resto de cofradías y, especialmente por la cofradía del Ecce-Homo).
Añoro los tiempos en que pertenecía a la cuadrilla de mi cofradía. Añoro los buenos ratos de ensayo, los preparativos de la noche de antes (donde éramos capaces incluso de cambiar la marcha de entrada y decidir tocar la misma marcha dos veces), los nervios del callejón, especialmente en la Cruz de los Caidos, en la Plaza del Pilar o en la Plaza de Toros (en el Jardín de Invierno no había motivo para los nervios). Lo de menos es quien gana, de hecho, desde 1995 los tres primeros son siempre los mismos, y creo que justamente, aunque el orden perfectamente podría variar (eso si, en 1996 el Calvario desbancó de esos lugares a la Dolorosa). En estos 35 años sólo 4 cofradías lo han ganado, Dolorosa, Piedad, Columna y Descendimiento, además de las cuadrillas provenientes de Hijar y Samper de Calanda. Por eso, que más da que luego acudan a la Cafetería La Pasión varias horas después a decirte que no, que el que ha quedado 2º es el 3º y al revés. Que la organización se equivocó al contar.
La emoción se vive en el parquet, no en el bar, a donde se va a celebrar todo lo demás. Sin llegar a esto, se pudo vivir algo parecido en 1985 cuando de leyó a la inversa el orden de los tres primeros y se dio ganador a la Entrada de Jesús en Jerusalén por delante de Columna y Piedad. El resultado era al revés pero se subsano en la misma Cruz de los Caídos, ante la frustración de Eduardo Acón, Aquilue, "Borrajas" Domingo y demás amigos de la Entrada (que por entonces tenía una gran cuadrilla) ¿Y que va a pasar hoy?- se decía en las gradas del Principe Felipe. - No se - contestó uno- parece ser que Messi no va a jugar (cada loco con su tema). Volvió a ganar el Descendimiento, y ya van cinco años de manera consecutiva. Enhorabuena porque va a ser todo un hito. Pero lo dicho, lo de menos, aunque importante, es quien gana. Importante porque la cofradía que queda 1ª adquiere un empuje de autoestima que le ayuda a seguir creciendo en calidad y ganas de seguir mejorando y trabajando, y esto se nota en la procesión (y no hay más que ver al Descendimiento estos años en la calle. El cartel anunciador de la Junta coordinadora es todo un ejemplo).
Pero hay algo más importante que me gustaría destacar de lo que supone la trastienda de este tipo de actos y que la ciudad desconoce. Supone juntar cuadrillas de chavales y no tan chavales (en muchos casos grupos de distintas generaciones) que dedican su tiempo libre de manera barata (excepto lo que cuesta el tambor y los parches y baquetas que rompas) a darle vueltas a la cabeza, a ser creativos, a esforzarse, a aceptar normas, disciplina, la autoridad de alguien que es como tú y en algunos casos más joven..... y que encima se lo pasan bien echando horas, horas y horas. Psicólogos, ayuntamientos, administraciones, centros educativos...... se devanan los sesos y se rascan los bolsillos para conseguir esto y muchas veces no lo consiguen. Y nosotros, los del tambor somos capaces de hacerlo porque queremos, porque nos gusta, sin que nadie nos organice , nos guíe o nos subvencione. A veces alucino la pompa que se les da a ciertos grupos de percusión que se contratan para animar fiestas o dar conciertos y pienso: esa manera de tocar ya sonaba en el concurso hace 10 o 15 años.
Y esta noche, presentación de un libro por la AC Redobles. No me lo pierdo y mañana hablo de ello.
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