Cubillos aparece en una perdida
carretera como un rincón olvidado por el tiempo y el progreso. Sus calles yacen
silenciosas y desiertas. Las casas de adobe, testigos mudos de generaciones
enteras, se mantienen como monumentos a un pasado que se desvanece cada vez más
rápido.
La fuente, alguna vez centro de
encuentro y risas, ya no chorrea ni nostalgia. El pueblo abandonado, lleva en
sus paredes la historia de un tiempo mejor, y ahora solo el eco del pasado se
escuchaba en sus calles desiertas, mientras la naturaleza reclamaba lo que una
vez fue suyo.
Alrededor de la iglesia el olvido
ha hecho su morada, y en tardes como hoy que canta la chicharra, la melancólica
conversación de unas señoras del lugar susurra en las calles vacías, recordando
tiempos mejores.
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