Todos tenemos una librería esperándonos, solo hay que encontrarla. Alguien ha dicho esto tan bonito en el telediario, mientras nos animaban a, si no queremos salir de casa, comprar los libros en todostuslibros.com y paliar la crisis del pequeño comercio, también de las librerías, acostumbradas a la supervivencia, eligiendo título y establecimiento que tu quieras.
La librería que ostenta esta entradilla no vale, es mediocre para los socios de la nueva ley educativa. Solo hay libros en castellano, ese idioma que a fin de cuentas solo habla unos 600 millones de personas. Pero no se lo cuentes a nadie, no vaya a ser que venga el cura y el barbero y los tiren por la ventana a la pira infernal de la censura. Del anónimo o anónima Cantar del Cid (ese malvado mercenario castellano) a los episodios de una guerra interminable de Almudena Grandes; del Arcipreste de Hita (como no, un cura) a Rosa Montero, de Galdós a Unamuno (¿que Unamuno?), de Calderón a Pérez Reverte (con perdón), de Cela a Carmen Martín Gaite, de Carmen Laforet a Juan Manuel de Prada, de Pardo Bazán a Eduardo Mendoza o Terenci Moix (que dejó de escribir en catalán cuando comenzó a ser una obligación), de García Márquez a Isabel Allende; de Tuñón de Lara a Josep Fontana, de Tamames a Jordi Nadal..... del "Manifiesto Comunista" a "Mi Lucha". Pero todo en castellano; vamos, una mediocridad.
Bueno, no me vaya a pillar el Ministerio de la Verdad. Hay un ejemplar de Le Petit Prince, que me vi obligado a comprar (según pone en la primera página un 4 de abril de 1983) para pasar el exámen oral de francés de aquella rubia de larga cabellera que conducía un Lancia (en tiempos en los que solo había SEAT, Renault, Simca, Citroen y aparecían los primeros Ford Fiesta). La cague bien cagada, nunca mejor dicho. Fue empezar mi oratoria y decir "le petit prince vient des toilettes" en vez de "le petit prince vient des étoiles"
No es tan poético decir "servicio", que decir "estrella". Hay cosas que nunca se olvidan.
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