Y de repente te das cuenta de que hay silencio. Casi asusta.
Ni una brisa, ni el chapoteo del agua contra la orilla o la barca. Ni un avión por el cielo, ni coches en las lejanas carreteras.
Un cuñado alemán que tengo dice que tiene que venir a España para encontrarlo. Y no es fácil. Ni siquiera aquí.
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