El primer recuerdo que tengo de un Mundial de Fútbol se enmarca en un escaparate de una tienda de electrodomésticos. Mundial Alemania 74.
Veraneábamos en Benicarló, cuando Benicarló era un pueblo situado a 8 kilómetros de Vinaroz y a 6 de Peñiscola, entre cuyas poblaciones sólo existía el camping "el Tordo y el Olivo", el Hotel Felipe II, La Hospería del Mar y el Hotel Papa Luna. Además de la playa, los alicientes de veranear en este pueblo era jugar en la calle, que los del pueblo te dejaran sus bicicletas, el puerto, el kiosko Muchola, los helados Costa Dorada, la terraza del Bar Brasil, el cine de verano “el Torreón y el escaparate de electrodomésticos de la esquina de la calle Mayor con la plaza de San Bartolomé donde exponían televisiones a color.
Los primeros televisiores a color que vi en mi vida fueron en esos escaparates, y lo que retransmitían, aglutinando a los viandantes que acudían es proceso para verlos, eran los partidos del mundial.
Increible, el campo era verde, y las camisetas de la Holanda de Cruyff naranjas. Las camisetas de Alemania eran como siempre, en blanco y negro. Y uno comenzó a conocer a alguien más que a García Castany, Arrua, Diarte y los zaraguayos; y la memoria comienza a cargarse con nombres como Beckenbauer, el portero Maier o “Torpedo” Muller. Esa final a color casi es el primer recuerdo deportivo que uno conserva (junto al Tour de Ocaña del año anterior). Y cuando años después uno comienza a saber un poco de la historia mundial, alucinaba pensando que esos jugadores habían nacido o bien al final de la guerra o en plena posguerra alemana. Pero más alucinante fue cuando por “Naranjito” y sus amigos “Clementina” e “Imarchi”, uno se entera de que el Mundial de 1954 lo gana Alemania, diez años después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial.
Cuatro veranos después, en 1978, seguíamos sin tener televisión a color en casa. Y en el piso alquilado donde veraneábamos ni siquiera tenía tele. A lo largo de nuestra vida ningún apartamento de verano ha tenido tele. El escaparate seguía convocando a todos aquellos que queríamos ponerle color al césped. Aunque, por mucho color verde, albiceleste y lluvia de confetis que hubiera, aquella era la negra Argentina de Videla. Pero de eso me enteraría años más tarde.
P.D. En 30 años sólo he ido una vez a Benicarló. Si alguien lee esto ¿Puede decirme si sigue existiendo el kiosko Muchola, el Café Brasil, y todo lo demás...?
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