"En la plaza de San Marcos se siente y se toca la vida del Estado en la famosa República; se ven y se palpan sus originales instituciones, su régimen aristocrático y comerciante, su lujo oriental, su riqueza y cultura. Esta plaza y la próxima "piazetta ", forman la página de historia más clara y elocuente. No se necesita leer nada para comprenderla; con mirar basta". Benito Pérez Galdós, 1888
"Los edificios que allí hay son únicos en el mundo. Nada existe en ninguna otra parte, ni en Roma mismo, que pueda compararse a semejante colección de bellezas arquitectónicas. San Marcos, el Palacio Ducal, la Librería Vecchia, las Procurazzie, el Campanile con su "Ioggeta ", la torre del reloj, y por fin los mástiles y las columnas de San Marcos y San Jorge ofrecen un conjunto que en1os aficionados a la arquitectura produce verdadero efecto de embriaguez. San Marcos deslumbra por su traza oriental, por su decoración polícroma, sus cúpulas y el lujo bizantino de sus mosaicos sobre fondo de oro. El palacio Ducal, adaptación maravillosa del arte gótico al génio veneciano, ostenta su doble arcada ojival en que el mármol, labrado como una joya, parece competir con el marfil. Enfrente, la Librería Vecohia, creación inmortal de Sansovino, también de márfil, revela los esplendores del Renacimiento en su mayor pureza. Este edificio representa el punto culminante del desarrollo de la arquitectura en Italia antes de la aparición del barroquismo. Como estilo y como felicísima unión de la severidad de líneas con la gallardía del adorno, no hay dentro ni fuera de Venecia nada que se le compare. Las Procurazie Vechie pertenecen a época anterior, y revelan mayor sobriedad, pero también fantasía menos rica. Felizmente, el arte moderno ha sabido respetar estas plazas. Incomparables, o más bien, los edificios que las forman, cuidando de no poner su atrevida mano en ellas. Son cosa sagrada e intangible.
El león de San
Marcos, plantado gallardamente, con el rabo tieso y las alas extendidas sobre
una de las columnas de pórfido próximas al muelle, vigila y protege aquellas
maravillas del arte, expresión del genio artístico y de la cultura de la
República Veneciana.
El
"campanile", aislado y altísimo, de originalísima traza, con el cuerpo
árabe y la cabeza plateresca, es otro de los ornamentos de esta plaza sin igual,
y su "loggeta" de mármoles de colores, página encantadora semejante a
los fondos arquitectónicos de los cuadros del Veronés. Por fin, no es posible
hablar del toro veneciano sin mentar a las célebres palomas, huéspedes de
aquellas cresterías admirables, seres felices tan queridos y mimados por los
indígenas como por los forasteros."
Palomas y gaviotas. Cuídate de ellas; o cuida la bola de helado que pudieras estar tomando.
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