El hombre solitario se refugiaba en la penumbra de la barra, su mirada perdida en el vacío de su vaso medio vacío. Con tragos cortos y suspiros profundos, su mente divagaba por los callejones de sus recuerdos, entre el tintineo de vasos y murmullos de conversaciones, entre risas y secretos, el tiempo se diluía, dejando en la barra el eco de un encuentro efímero pero eterno.
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