Está muy bien que la Entrada de Jesús en Jerusalén haya querido celebrar los 50 años con bombos en la cofradía; una buena excusa para hablar de este instrumento que tanto aporta a esa singularidad ecléctica de nuestras procesiones. Y de paso animar esta Cuaresma que no se está caracterizando por una variada o extensa programación de actos.
"Pasión en Zaragoza", en su primera emisión radiofónica de la temporada, aprovechó esta efeméride para retransmitir una tertulia en torno al bombo; y días más tarde, "la Entrada", a lo largo de la mañana del sábado 25 de febrero , y en espera de un bonito homenaje en la procesión del Domingo de Ramos, estructuró en San Cayetano el acto principal de la conmemoración con una exposición de fotos, una mesa redonda sobre la repercusión y evolución tras la introducción del bombo en la Semana Santa de Zaragoza y terminar con una breve reflexión sobre “El significado del tambor y el bombo en la Semana Santa" a cargo del viceconsiliario de la cofradía organizadora.
Carlos García, conductor tanto del programa de radio como de la mesa redonda de San Cayetano, ironizaba al principio de esta con "que se puede contar del bombo, de un instrumento que solo tiene una nota" durante tanto rato programado. Mucho, como dejaron en evidencia Juan Luis Inisterra, Luis Bruñen y Luis Villacampa en la tertulia de radio, y este de nuevo, junto a Ángel Nápoles, Fernando Aquilué y Manuel Isasa en la mesa redonda. Del bombo y sobre el bombo, como no podía ser de otra forma, tras más de 50 años en nuestras procesiones, hay mucho que contar, y más cuando lo hacen tertulianos con tantas vivencias cofrades como los nombrados.
Ya en 2019, en la revista de la Junta Coordinadora, la
cofradía de las Siete Palabras nos recordaba como el Viernes Santo de 1970 se marcó un nuevo hito en nuestra Semana Santa al procesionar por
primera vez en Zaragoza con tres bombos calandinos, siendo el inicio de la configuración actual de nuestras secciones de instrumentos. Merece la pena visualizar en Youtube la película realizada en esa procesión de 1970 por Francisco Sangorrín Longinos, aunque solo sea por comparar la evolución en la manera de colgarse un bombo.
Los tertulianos nos hablan desde como colgarse el bombo al tipo de mazas a utilizar. También del mito de la sangre de los nudillos sobre los parches y de como a cambiado la percepción de eso. Nos transmiten como entre bombos hay más afinidad que entre los que tocamos el tambor. Uno solo no puede tensar un bombo, necesita de sus correligionarios para hacerlo, para poner a tono ese instrumento que en su esencia artesanal, de madera, piel y cuerda no ha cambiado desde su origen, salvo en el peso. Un instrumento ronco y austero a la vez que delicado, al que hay que cuidar y mimar en su trato, en su uso y conservación. Un instrumento que supone un esfuerzo no solo en procesión; también a la hora de trasladarlo o de guardarlo.
Además nos aportan como han cambiado la sonoridad de las marchas con la aportación del bombo, un instrumento que llama la atención, especialmente al foráneo, por su tamaño y por las dimensiones de su sonido. Un trebejo que adquiere protagonismo influyendo en la composición de las marchas, pasando de ser mero acompañante rítmico, a crear ritmos para su deleite.
Ha pasado la jornada de exaltación con quince día de antelación. Y si siempre despierta debates, tal vez será porque venimos con la inercia de estas tertulias, hay quien opina el protagonismo que han tenido los bombos en el resultado del concurso. A esto otros refutan que no hay nada nuevo; que todo depende de a quien se le quiera reconocer.
Seguramente las dos premisas tengan razón. El nivel de las composiciones ha subido en todos los participantes y saber jugar el plus que aportan los bombos, con su sonido compacto, fuerte e impactante provoca en los espectadores esa misma atracción a la que se referían en las tertulias sobre la atención que suscita a los foráneos los bombos en nuestras procesiones.
Un pero. El bombo se está fagocitando a los tambores. Todo son baquetazos adornados con cortos redobles. Han desaparecido los redobles prolongados, marcados; esos que definen a un virtuoso del tambor. El arte y la sutileza del redoblador se transforma en el disimulo del baqueteador.
Pdta. O en el acto de la Entrada lo entendimos mal o nos quedamos con las ganas de saber como el Descencimiento trajo en 1974 tres bombos del Bajo Aragón en un R-5
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