No se de cuantas fotos contábamos
para ilustrar esta crónica. De repente te das cuenta de que se acumulan en el
disco duro cientos y cientos de fotografías dedicadas a San Giorgio Maggiore.
La estampa de ese monasterio sobre una isla vigilante de la piazza San Marcos
la merece. Exenta, flotando en la laguna o rodeada de embarcaciones. Al
atardecer, al anochecer, al mediodía, desde San Marcos o desde la Punta della
Dogana. Perfilándose entre proas de góndolas o tras los maderos de las dársenas.
El perfil elegante de su campanile atrapa cualquier visión y objetivo.
En ese lugar hay una iglesia dedicada a San Giorgio desde el siglo VIII, hasta que Palladio le diera al monasterio la forma actual en el XVI. Para el campanario actual habrá que esperar a finales del XVIII.
Una fachada de mármol brillante se ofrece abierta a un sencillo interior dedicado a exposicones temporales, además de poder admirar los últimos tres cuadros que pintara Tintoretto.
Y del mismo modo que la isla, lo mismo ocurre cuando accedes
allí con la línea 2 del vaporetto. Encuentras la mejor visión desde tierra firme
que puede ofrecer la piazetta de San Marcos o Santa María della Salute.
Tras una primera criba, aún nos
quedamos con 98 fotografías; demasiadas. Cuesta desecharlas. A pesar de ser típicas y tópicas en cualquier documento ilustrado o colección de fotos sobre Venecia.
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